La niña del farol.

junio 01, 2019

Elwyn montaba un ciervo blanco aquella noche. pelusas de nieve danzaban desde los cielos y se sumergían en su pálido cabello. Iba de camino hacia el castillo cuando la vio. 
Una joven pelinegra de ropas extrañas y semblante crispado. Se aferraba al farol como si la luz fuese su único abrigo. Y quizás, lo era.
Elwyn desmontó el ciervo mientras la fulminaba con la mirada. Se aproximó a ella, dando pasos muy sigilosos, pues nadie sabía que estaba rondando solo por el bosque a tales horas de la noche.
El corazón le dio un vuelco cuando gritó su nombre.
La muchacha frotaba sus piernas y exhalaba repetidamente en sus manos ahuecadas sobre su boca.
Le gustaba su cabello, porque era único. Nadie en el reino poseía esos rasgos. Incluso en la oscuridad podía ver esos tristes ojos verdes.
Se quedó pensando un momento en qué hacer, pero en ese pequeño lapso de tiempo, fue suficiente para que ella advirtiera su presencia.
-¿Elwyn? - balbuceó.
Las palmas de sus manos comenzaron a sudar. Elwyn nunca sudaba. Jamás.






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