Adrienne.

mayo 09, 2019


La señora Adrienne tenía una nariz que podría recordar a una bruja, pero en cualquier rostro menos en el de ella. Y no es que se viera guapa solo por su tez de porcelana y unas pinceladas de pecas salpicando por debajo de sus ojos castaños, no es que se viera guapa incluso con ese increíble enjambre de cabello negro azabache o esa figura esbelta que tanto fulminaban con la mirada. Adrienne era guapa por ser ella misma.
Esa mañana hacía más frío que la anterior. Llevaba un hermoso pero deprimente abrigo azul, que apenas le cubría debajo de las rodillas. Cerró la puerta y se abstuvo de dejar su abrigo en el perchero. Sentía los pies entumecidos y la punta de sus dedos comenzaba a doler. 
Maldijo por lo bajo entre lágrimas, por su desgracia. Sus zapatos nuevos se habían arruinado y ni hablar del resfriado que estaba por venir. 
Arrojó las llaves a la mesita del vestíbulo y se arrojó al sofá color borgoña que su difunta abuela le heredó, y, aliviada de estar en casa, se quitó los zapatos y los arrojó a un rincón de la sala.
...

No hay comentarios:

Publicar un comentario